Todo ello a pesar de usar por segunda vez uno de sus famosos vestidos, que le costó unos $1500, pero que no estaba dispuesta a dejar morir en el armario tan rápidamente. El modelo era de Emilia Wickstead y lo había llevado en un acto oficial en el castillo de Windsor.
Pero en cualquier caso, lo más importante fue ver a una Kate que se supo manejar con destreza y elegancia entre toda la aristocracia inglesa reunida en el jardín del palacio de Buckingham. Allí estuvo acompañada por Camilla, Duquesa de Cornwall, y la Reina Elizabeth, que invitaron a té y tarta a más de 8000 invitados.
Su marido, el Duque de Cambridge, no pudo estar presente al tener que atender otro compromiso con las Fuerzas Armadas del Aire para rescatar a un soldado en el valle de Anglesey.
Kate Middleton, una vez más, demostró por qué William la eligió como la mujer perfecta para evitar el divorcio entre la Realeza Inglesa y el pueblo inglés, que está teniendo que capear las consecuencias de la crisis económica.
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